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Generando impacto socioambiental positivo

El concepto suena con fuerza entre las generaciones más jóvenes ya que ser catalogada como B es sinónimo de aporte social y de un importante giro, que visualiza la rentabilidad económica básicamente como una consecuencia del trabajo bien hecho.

Hasta hace muy poco, el éxito de una empresa se medía de acuerdo a sus resultados económicos, crecimiento, infraestruc­tura y expansión. Y si bien siguen estando presentes, hoy en día se incorpora una nueva mirada, que tiene que ver con la necesi­dad de muchas compañías de ser proyectos que representen un impacto social o medioambiental.

Para ello, las empresas se obligan -por contrato- a considerar un alto estándar en diversas áreas tales como sus gobiernos corpo­rativos y buenas prácticas con proveedores, entre otras. Están­dares tan rigurosos que solo se acreditan bajo este modelo el 7% de ellas.

La figura legal como tal no existe en Chile y son solo 2 países los pioneros en su implementación: Estados Unidos e Italia. A con­tinuación te contamos la experiencia de las compañías más em­blemáticas de nuestro país.

EL EJE DE LAS B

Apenas terminó la universidad, Juan Pablo Larenas, actual direc­tor ejecutivo Sistema B, se vinculó estrechamente con la labor so­cial. Su camino se cruzó en el momento exacto con 3 personas que serían claves para su ingreso al mundo B: Gonzalo Muñoz, María Emilia Correa y Pedro Tarak, quienes conocían desde adentro el modo de operar de la organización que a nivel global certifica a to­das las empresas B en Norteamérica, llamada B Lab.

Ellos creyeron que esta idea era tan potente, que debían traerla a LATAM, y no se equivocaron.

Crearon entonces Sistema B, que se implementó en Argentina, Co­lombia y ahora está presente en otros 9 países de América Latina.

“No nos basta con redefinir el concepto de éxito en la empresa, sino también queremos hacerlo en la economía. Si logramos que

haya miles de empresas B que demuestren que pueden conseguir resultados extraor­dinarios, el resto querrá tomar ese camino”, asegura Juan Pablo.

La posibilidad de que en LATAM se genere discusión en torno al concepto de empresa B es, para este joven ejecutivo, un evento no­table. “Lo que más anhelamos es que de aquí a 20 años, ser empresa B no signifique nada, porque todas operarán como tal, sin necesi­dad de certificarse. Ese es el cambio cultural que queremos imponer”, explica Larenas.

Pero para conseguirlo, hay que tener espe­cial atención al proceso de recertificación, pues es una etapa crítica que se realiza cada 2 años, y en la que se reduce con­siderablemente el número de empresas aprobadas (un 8% queda por debajo del puntaje base).

/ LOS PIONEROS

Triciclos -en 2011- fue la primera empresa B en certificarse fuera de Estados Unidos. Su fundador, Gonzalo Muñoz, la había creado 2 años antes para buscar solución al problema ambiental y social que genera la basura.

El concepto lo conoció con los fundado­res de B Lab, y se alineaba con la lógica de Triciclos, que de acuerdo a su gerente general, Verónica de la Cerda, es que “la rentabilidad deja de ser el único fin y se busca un propósito que trasciende a lo económico”.

Respecto al proceso de certificación, Verónica indica que si bien es un trabajo intenso, “creo que lo haríamos de la mis­ma manera aunque no estuviéramos cer­tificados. No somos perfectos y debemos hablar desde la humildad, no pretendemos salvar el mundo”, señala la gerente general de Triciclos.

Poder compartir experiencias con Sistema B, ha sido muy interesante para Verónica de la Cerda, porque asegura que hay desa­fíos en común y se puede buscar solución en conjunto a las dificultades.

/ EL PESO DE SER B

La empresa Latitud 90° cuenta con su certi­ficación hace 3 años, y llegaron a conocer el modelo de empresa B a través de Triciclos.

Se dedican a realizar viajes de exploración para niños, con la finalidad de que se ena­moren de la naturaleza, a través de la viven­cia de experiencias alucinantes, que los motiven a quererla y cuidarla.

Felipe Howard, socio fundador, afirma que “siempre hacíamos las cosas bajo los principios de empresa B, pero sin saberlo. Nos hizo mucho sentido conocer la filoso­fía, porque era el tipo de organización que queríamos ser”.

Sin embargo, “el peso de la chapita con la letra B es enorme, porque la gente te lo en­rostra con mucha frecuencia. Para nuestro cliente externo, hay una percepción de que estas iniciativas corresponden a ideas jóve­nes, de personas más jugadas. Cuando he­mos realizado charlas nos llenamos de cu­rrículos, pues a las nuevas generaciones les interesa mucho porque lo encuentran posi­tivo, novedoso y hasta cool”, afirma Howard.

Con respecto a las ventajas de estar certifi­cados, el socio fundador de Latitud 90°, no identifica muchas, pero reconoce que per­mite atraer talentos y establecer principios sólidos en la empresa.

Frente a los beneficios de integrar Sistema B, Felipe menciona que lo más rescatable es encontrarse con gente que habla el mis­mo idioma. “En nuestras reuniones, tene­mos mesas de trabajo súper productivas y extraordinarias. La retroalimentación entre pares es muy valiosa”.

Como conclusión, para ser B es necesario transitar por un proceso muy riguroso, y éste en ningún caso es un sello de perfec­ción. Lo más importante de destacar en este tipo de empresas es que se compro­meten a mejorar y cambiar los aspectos negativos, y que mientras más empresas B existan en el mercado, más posibilidades habrá de entregar beneficios al entorno.

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